Un escalofrío bajó por la espalda de lord Payne. La desesperación
era evidente en sus ojos al momento que cerraba el periódico londinense. Se lo
notaba nervioso, triste.
Suspirando se acomodó en la fría silla de cuero negro mientras ocultaba su rostro entre los brazos apoyados en el escritorio de oscuro roble. Ya nada podía hacer, las cartas estaban echadas a la suerte, nada más podía hacerse, ya no había búsquedas posibles ni esperanzas por aguardar. El matrimonio con lady Peazer era su cercano futuro, el acuerdo estaba hecho, incluso ante la sociedad aristocrática londinense.
Suspirando se acomodó en la fría silla de cuero negro mientras ocultaba su rostro entre los brazos apoyados en el escritorio de oscuro roble. Ya nada podía hacer, las cartas estaban echadas a la suerte, nada más podía hacerse, ya no había búsquedas posibles ni esperanzas por aguardar. El matrimonio con lady Peazer era su cercano futuro, el acuerdo estaba hecho, incluso ante la sociedad aristocrática londinense.
Lady Lea fue la primera que vino a su enmarañada mente, cómo
estaría ella al leer aquel titular? Siempre habían sido conscientes de ese
desenlace, pero fieles a sus sueños y deseos habían aguardado por un feliz
final juntos, que no llegaría.
Aún recordaba el día en que la había visto por primera vez y
una sonrisa mezclada de nostalgia se hizo presente en el rostro del joven. Era
una tarde de torrencial lluvia, pero él se empecinaba en encontrar el bendito
dinero que su padre había escondido, supuestamente, antes de morir en los
grandes jardines de la gran posada. Con la excusa de tiempos navideños y las
famosas fiestas de sociedad que se brindaban cada año Liam estaba forzado a
buscar una esposa acorde a la situación que tenía que afrontar. Su padre había muerto
hacía más de un año y medio dejando
infinitas deudas millonarias que él debía pagar. Su tiempo estimado estaba a
punto de llegar a su fin y si no encontraba ello que tanto buscaba, se vería
obligado a contraer matrimonio con alguna de las señoritas que habían acudido a
su fiesta de sociedad.
La lluvia comenzaba a ser cada vez más intensa, cada señorita corría a refugiarse a la gran finca al resguardo de sus damas de compañías o institutrices como si la lluvia fueran llamaradas de fuego que pudieran quemarlas y peor aún arruinar sus vestidos de cientos de libras. Todas hacían eso menos una. Y ahí fue cuando la vio, pequeña e indefensa, dando vueltas sobre sus pies bajo la lluvia, sin apuro ni temores, no se preocupaba si los ostentosos vestidos se arruinaban por el agua, si su cabello se despeinaba o sus zapatos se cubrían de barro. Ella era feliz de ese modo, con su oscuro cabello húmedo, su sonrisa plasmada en el rostro por más injusta que haya sido la vida con ella, sus castaños ojos brillantes ocultando los más profundos secretos, rodeada de coloridas flores, de ese modo se mantenía feliz.
La lluvia comenzaba a ser cada vez más intensa, cada señorita corría a refugiarse a la gran finca al resguardo de sus damas de compañías o institutrices como si la lluvia fueran llamaradas de fuego que pudieran quemarlas y peor aún arruinar sus vestidos de cientos de libras. Todas hacían eso menos una. Y ahí fue cuando la vio, pequeña e indefensa, dando vueltas sobre sus pies bajo la lluvia, sin apuro ni temores, no se preocupaba si los ostentosos vestidos se arruinaban por el agua, si su cabello se despeinaba o sus zapatos se cubrían de barro. Ella era feliz de ese modo, con su oscuro cabello húmedo, su sonrisa plasmada en el rostro por más injusta que haya sido la vida con ella, sus castaños ojos brillantes ocultando los más profundos secretos, rodeada de coloridas flores, de ese modo se mantenía feliz.
Su sencillez, ese fue una de las miles de virtudes que
enamoró perdidamente a lord Payne. Lady Lea Cox, mejor conocida por ser la fiel
dama de compañía de la familia Jones, especialmente de la lady Jones, una
risueña señorita de la aristocracia inglesa, dos años menor que Lea, quien había
asistido a la festividad para ser presentada a sociedad. Ambas eran amigas,
entre ellas no mostraban ningún gesto de diferencia, pero el titulo era lo que
salvaría a Payne, no otra cosa. Sin embargo jamás se permitiría contraer un
matrimonio arreglado con lady Jones por dos motivos, el primero era fiel amiga
de su amada Lea y el segundo motivo era el amor que en su mejor amigo, lord
Styles, había nacido por la pequeña Millie.
Liam acomodó unos papeles en el escritorio mientras
recordaba el primer encuentro. Fue tan extraño, un choque, unas palabras y la
química había fluido entre ellos. Cada día juntos había sido mágico, nunca había
sido un ferviente creyente del amor, pero eso había cambiado para su desgracia.
Pero así como esos días llenos de magia pasaron el tiempo también lo hacía,
ajustando cada vez más el cuello del joven de ojos castaños. Tanto el cómo lady
Cox habían buscado sin frutos lo que en teoría su padre había oculto allí.
Deseaba tanto en esos momentos ser un simple hombre de Inglaterra, el cual tenga un trabajo digno con el cual mantener a una hermosa familia junto a su pequeña Lea, construir una humilde casita y ver a sus niños correr y jugar en un gran y verde jardín lleno de coloridas flores, aunque no todo en la vida sucede como uno anhela.
Él no era como su padre, había prometido saldar las deudas, tenía que mantener un maldito título y rango social que aborrecía para poder conservar aquella casa que era el único recuerdo que perduraba de su madre.
Deseaba tanto en esos momentos ser un simple hombre de Inglaterra, el cual tenga un trabajo digno con el cual mantener a una hermosa familia junto a su pequeña Lea, construir una humilde casita y ver a sus niños correr y jugar en un gran y verde jardín lleno de coloridas flores, aunque no todo en la vida sucede como uno anhela.
Él no era como su padre, había prometido saldar las deudas, tenía que mantener un maldito título y rango social que aborrecía para poder conservar aquella casa que era el único recuerdo que perduraba de su madre.
En un acto de inconsciencia miró el reloj que reposaba en la
pared frente a él, las doce con cinco minutos, sólo una hora y su chica se iría
de su vida, para siempre. Cerró sus ojos con pesadez y se permitió recordar
sólo un recuerdo, sólo uno más pensando que así podría guardar los recuerdos
con Lea en su corazón, como la aventura más hermosa que jamás podría volver a
vivir, pero que debía continuar aunque sienta romperse por dentro.
Su mente voló al frío día previo a navidad, lady Millie
había salido a tomar un paseo con Harry por los grandes jardines por lo que
tenía camino libre para platicar con Lea sin ningún tipo de interrupción, salvo
la de los cotilleos de las señoritas de sociedad que se cuchicheaban el hecho
de que Lord Payne, conde de West Midlands, esté conversando con una simple institutriz.
Malditas charlatanas que juzgan sin saber. Pero claro, se olvidaban del pequeño
detalle de que a aquellas damas sólo les importa un buen título en el
matrimonio, el cual les garantice unos cuantos vestidos y valiosas joyas al mes,
nada saben de sentimientos.
Era la hora del té, se encaminaba al interior de la mansión cuando la vio debajo de los frondosos árboles, sentada en el verde césped con un libro en sus manos. En un abrir y cerrar de ojos se percató de que todos estarían en el interior, esperando por el obligado té y nadie se percataría de su encuentro. Lentamente se acercó a la chica por sus espaldas y sin que se diera cuenta, se arrodilló en sus espaldas y tapó delicadamente sus ojos. Una tonta sonrisa se formó en los labios de la joven al darse cuenta quien era. Últimamente sus tardes habían tomado una magia inesperada, nunca hubiese imaginado, ni en sus sueños más remotos, que aquel apuesto hombre estaría loco por ella como Liam lo estaba. Llevaban cada momento al límite, desfrutando un libro, unas cuantas palabras, hasta el descaro de una caricia los hacia felices.
El castaño sin pensarlo se tomó el atrevimiento de besar su mejilla, sintiendo la tersa piel de su acompañante, seguido de un cosquilleo interno que pensaba jamás sentir, siempre lo habría atribuido a la fantasía de los libros que las mujeres leían, pero por primera vez lo había experimentado, y había sido la mejor sensación de todas. Esa tarde sintió lo que era el amor, que verdaderamente existía y mientras veía a la pequeña Cox recostada en su regazo, con el infaltable libro en sus manos, se convenció que necesitaba encontrar otra salida su problema.
Era la hora del té, se encaminaba al interior de la mansión cuando la vio debajo de los frondosos árboles, sentada en el verde césped con un libro en sus manos. En un abrir y cerrar de ojos se percató de que todos estarían en el interior, esperando por el obligado té y nadie se percataría de su encuentro. Lentamente se acercó a la chica por sus espaldas y sin que se diera cuenta, se arrodilló en sus espaldas y tapó delicadamente sus ojos. Una tonta sonrisa se formó en los labios de la joven al darse cuenta quien era. Últimamente sus tardes habían tomado una magia inesperada, nunca hubiese imaginado, ni en sus sueños más remotos, que aquel apuesto hombre estaría loco por ella como Liam lo estaba. Llevaban cada momento al límite, desfrutando un libro, unas cuantas palabras, hasta el descaro de una caricia los hacia felices.
El castaño sin pensarlo se tomó el atrevimiento de besar su mejilla, sintiendo la tersa piel de su acompañante, seguido de un cosquilleo interno que pensaba jamás sentir, siempre lo habría atribuido a la fantasía de los libros que las mujeres leían, pero por primera vez lo había experimentado, y había sido la mejor sensación de todas. Esa tarde sintió lo que era el amor, que verdaderamente existía y mientras veía a la pequeña Cox recostada en su regazo, con el infaltable libro en sus manos, se convenció que necesitaba encontrar otra salida su problema.
Pero el tiempo lo había traicionado, había llegado antes de
que la solución llegara, le había presentado batalla y él no tenía una buena
estrategia ni posibles luchadores, sólo era poseedor de su corazón y
sentimientos los cuales no habían sido suficientes para el combate.
Unas infinitas ganas de llorar lo invadieron, se sentía devastado,
sin salida. No sólo estaban sus sentimientos en juego, los de su amada también lo
estaban y los había hecho añicos. Eso era lo que más le dolía. Haberla visto
llorar la noche anterior cuando se despidió de ella había sido lo más difícil y
doloroso que jamás había hecho. Ver el momento en que sus castaños ojos se
tornaban brillosos mirando al cielo evitando que lágrimas cayeran fue duro,
demasiado. La abrazó por última vez, demostrándole su amor, pero a su vez dejándola
ser libre, que volara y esperaba que ella si pudiera ser feliz en un futuro
cercano sin él.
Harold caminaba a paso ágil y rápido por los pasillos de la
gran mansión Payne, junto a Millie habían ideado un plan la noche anterior y sólo
esperaba que el necio de su amigo lo escuchara. Estaba cansado de verlo
infeliz, y en esas últimas semanas, en las cuales había mantenido esos extraños
encuentros con lady Lea, lo había visto sonreír como nunca, y de esa forma
quería a su amigo, solamente esperaba que las cosas funcionen.
Sin esperar ser atendido llegó a la puerta de pesada madera que le daba privacidad al estudio de lord Payne para irrumpir de un portazo, ingresar y cerrar la puerta tras sí. Al hacerlo, se llevó la imagen más deprimente que esperaba ver. Las cortinas estaban cerradas, apenas podía ver al castaño con su cabeza gacha sobre el escritorio, todo estaba inmerso en una profunda y desolada oscuridad.
Sin esperar ser atendido llegó a la puerta de pesada madera que le daba privacidad al estudio de lord Payne para irrumpir de un portazo, ingresar y cerrar la puerta tras sí. Al hacerlo, se llevó la imagen más deprimente que esperaba ver. Las cortinas estaban cerradas, apenas podía ver al castaño con su cabeza gacha sobre el escritorio, todo estaba inmerso en una profunda y desolada oscuridad.
-Suponía verte así querido amigo, pero para serte franco, no
pensé que el gran Liam Payne se rindiera tan fácilmente- empezó en un tono lo
suficientemente autoritario como para que Liam levantase la cabeza y lo mirase.
Intentó interrumpirlo, pero no tuvo resultado. El ruloso con un sólo gesto lo
mando a callar- realmente esto es lo que quieres? Una vida completa de
tormentos y tristezas? Repleta de y que hubiese pasado si…? Vamos Liam, desde
cuando es importante lo que los demás crean y opinan? Soy plenamente consciente que el maldito
título querías mantenerlo como memoria de tu madre, pero qué más da? Te aseguro
que lo que ella querría en este momento es ver a su pequeño Liam feliz y
sonriendo, no esto que hay ahora. Vamos, además lo económico puede
solucionarse. Desde pequeños prometimos ayudarnos, y aunque no quieras aceptar
la mía, lo haré de todas formas. No permitiré que seas infeliz toda tu vida
amigo, sólo piénsalo, el tren está pasando justo ahora, no lo dejes ir.
Una sonrisa de profunda satisfacción se formó en el rostro
del oji-verde al ver la reacción de su mejor amigo.
Liam había dejado escapar unas cuantas lágrimas que había estado guardando
hacía tiempo ya. Si, era un caballero de la alta aristocracia inglesa, pero que
más daba, estaba candado de seguir un estúpido protocolo sin sentido. Ya no
importaba lo que los demás dijeran. Si quería llorar, lo haría. Sin decir ni
una palabra se paró de su silla y corrió a su amigo, lo abrazó y siguió su
rumbo al jardín delantero, si contaba con suerte aún estaría en carruaje en la
entrada.
Corrió como nunca lo había hecho, al máximo que sus pies
daban. En el camino chocó con más de uno de sus empleados y gente que allí se
encontraba, pero no le importó. El frío
aire de una gris mañana de invierno lo golpeó al salir del tibio interior con
sólo una camisa y sus pantalones de vestir negros, pero no tuvo tiempo de
pensar en eso cuando vio que el carruaje que llevaba a parte de la familia
Jones estaba a punto de cerrar sus puertas. La desesperación lo invadió, por lo
que sólo pudo gritar el nombre de su amada. Los segundos se hicieron eternos,
sus esperanzas se iban perdiendo cuando de repente vio salir del interior de la
casa una sorprendida Lea con una maleta en su mano izquierda acompañada de una
sonriente Millie. Sonrió feliz, aún no la había perdido.
Con la misma inseguridad que un adolescente de quince años
se acerca a su primera conquista caminaba Liam, mientras que lady Cox se
mantenía expectante y temerosa en las escaleras de la gran casona. Una vez que
la tuvo frente a si, tomó delicadamente sus manos y miró los brillantes ojos
castaños de Lea y ahí todo cobro sentido. La gente solía decir que no debían estar
juntos, un conde con una plebeya no era socialmente aceptado, pero que
importaba. Se amaban y eso era lo que valía,
la sociedad podía juzgarlos pero no los conocían realmente, jamás
comprenderían sus sentimientos, ni sabrían el amor que se tenían y se
demostraban con simplemente una sonrisa, una mirada y si lo hacían estarían celosos
por el simple hecho de la felicidad que ellos podían compartir con tan poco. Los
demás podrían tener todo el oro y prestigio que desearan, pero jamás podrían ser
plenamente felices sin el amor verdadero. Qué se puede ganar teniendo todas las
propiedades y títulos del mundo si no tienes el amor y con quien compartirlo? De
que valía despertar cada mañana si no tenías con quien compartir una caricia?
Al fin había comprendido las palabras que su amigo le había dicho hacía unos momentos atrás, y mirando sobre el hombro de su chica, se encontró con la sonrisa contagiosa de su mejor amigo, abrazado a lady Millie con una increíble dulzura. Les devolvió el gesto, no podría estar más agradecidos con ellos, a fin de cuentas era por ellos que el desenlace de su historia se estaba dando de esa forma.
Al fin había comprendido las palabras que su amigo le había dicho hacía unos momentos atrás, y mirando sobre el hombro de su chica, se encontró con la sonrisa contagiosa de su mejor amigo, abrazado a lady Millie con una increíble dulzura. Les devolvió el gesto, no podría estar más agradecidos con ellos, a fin de cuentas era por ellos que el desenlace de su historia se estaba dando de esa forma.
Y en ese momento a
Liam no me importó las opiniones de los demás, ni el compromiso con la familia
Peazer, ni renunciar a aquel nombre que lo mantenía en un gran status, sabía
que a lo mejor no podría brindarle todos los lujos que él quisiera al hacerlo,
que muchos serian limitados, pero así lo preferían. Comprendió que no era
necesario todo lo material, si podía ser plenamente feliz con la castaña que se
encontraba frente a él, sonriendo como nunca. Y sin esperar más se acercó
lentamente, sellando el momento con un tierno beso, queriendo gritarle al mundo
que estaban juntos, porque de esa forma podrían afrontar todos los problemas,
sin importar lo que los demás dijeran.