domingo, 28 de julio de 2013

They don't know about us


Un escalofrío bajó por la espalda de lord Payne. La desesperación era evidente en sus ojos al momento que cerraba el periódico londinense. Se lo notaba nervioso, triste.
Suspirando se acomodó en la fría silla de cuero negro mientras ocultaba su rostro entre los brazos apoyados en el escritorio de oscuro  roble. Ya nada podía hacer, las cartas estaban echadas a la suerte, nada más podía hacerse, ya no había búsquedas posibles ni esperanzas por aguardar. El matrimonio con lady Peazer era su cercano futuro, el acuerdo estaba hecho, incluso ante la sociedad aristocrática londinense.

Lady Lea fue la primera que vino a su enmarañada mente, cómo estaría ella al leer aquel titular? Siempre habían sido conscientes de ese desenlace, pero fieles a sus sueños y deseos habían aguardado por un feliz final juntos, que no llegaría.

Aún recordaba el día en que la había visto por primera vez y una sonrisa mezclada de nostalgia se hizo presente en el rostro del joven. Era una tarde de torrencial lluvia, pero él se empecinaba en encontrar el bendito dinero que su padre había escondido, supuestamente, antes de morir en los grandes jardines de la gran posada. Con la excusa de tiempos navideños y las famosas fiestas de sociedad que se brindaban cada año Liam estaba forzado a buscar una esposa acorde a la situación que tenía que afrontar. Su padre había muerto hacía más de un año  y medio dejando infinitas deudas millonarias que él debía pagar. Su tiempo estimado estaba a punto de llegar a su fin y si no encontraba ello que tanto buscaba, se vería obligado a contraer matrimonio con alguna de las señoritas que habían acudido a su fiesta de sociedad.
La lluvia comenzaba a ser cada  vez más intensa, cada señorita corría a refugiarse a la gran finca al resguardo de sus damas de compañías o institutrices como si la lluvia fueran llamaradas de fuego que pudieran quemarlas y peor aún arruinar sus vestidos de cientos de libras. Todas hacían eso menos una. Y ahí fue cuando la vio, pequeña e indefensa, dando vueltas sobre sus pies bajo la lluvia, sin apuro ni temores, no se preocupaba si los ostentosos vestidos se arruinaban por el agua, si su cabello se despeinaba o sus zapatos se cubrían de barro. Ella era feliz de ese modo, con su oscuro cabello húmedo, su sonrisa plasmada en el rostro por más injusta que haya sido la vida con ella, sus castaños ojos brillantes ocultando los más profundos secretos, rodeada de coloridas flores, de ese modo se mantenía feliz.

Su sencillez, ese fue una de las miles de virtudes que enamoró perdidamente a lord Payne. Lady Lea Cox, mejor conocida por ser la fiel dama de compañía de la familia Jones, especialmente de la lady Jones, una risueña señorita de la aristocracia inglesa, dos años menor que Lea, quien había asistido a la festividad para ser presentada a sociedad. Ambas eran amigas, entre ellas no mostraban ningún gesto de diferencia, pero el titulo era lo que salvaría a Payne, no otra cosa. Sin embargo jamás se permitiría contraer un matrimonio arreglado con lady Jones por dos motivos, el primero era fiel amiga de su amada Lea y el segundo motivo era el amor que en su mejor amigo, lord Styles, había nacido por la pequeña Millie.

Liam acomodó unos papeles en el escritorio mientras recordaba el primer encuentro. Fue tan extraño, un choque, unas palabras y la química había fluido entre ellos. Cada día juntos había sido mágico, nunca había sido un ferviente creyente del amor, pero eso había cambiado para su desgracia. Pero así como esos días llenos de magia pasaron el tiempo también lo hacía, ajustando cada vez más el cuello del joven de ojos castaños. Tanto el cómo lady Cox habían buscado sin frutos lo que en teoría su padre había oculto allí.
Deseaba tanto en esos momentos ser un simple hombre de Inglaterra, el cual tenga un trabajo digno con  el cual mantener a una hermosa familia junto a su pequeña Lea, construir una humilde casita y ver a sus niños correr y jugar en un gran y verde jardín lleno de coloridas flores, aunque no todo en la vida sucede como uno anhela.
Él no era como su padre, había prometido saldar las deudas, tenía que mantener un maldito título y rango social que aborrecía para poder conservar aquella casa que era el único recuerdo que  perduraba de su madre.

En un acto de inconsciencia miró el reloj que reposaba en la pared frente a él, las doce con cinco minutos, sólo una hora y su chica se iría de su vida, para siempre. Cerró sus ojos con pesadez y se permitió recordar sólo un recuerdo, sólo uno más pensando que así podría guardar los recuerdos con Lea en su corazón, como la aventura más hermosa que jamás podría volver a vivir, pero que debía continuar aunque sienta romperse por dentro.

Su mente voló al frío día previo a navidad, lady Millie había salido a tomar un paseo con Harry por los grandes jardines por lo que tenía camino libre para platicar con Lea sin ningún tipo de interrupción, salvo la de los cotilleos de las señoritas de sociedad que se cuchicheaban el hecho de que Lord Payne, conde de West Midlands, esté conversando con una simple institutriz. Malditas charlatanas que juzgan sin saber. Pero claro, se olvidaban del pequeño detalle de que a aquellas damas sólo les importa un buen título en el matrimonio, el cual les garantice unos cuantos vestidos y valiosas joyas al mes, nada saben de  sentimientos.
Era la hora del té, se encaminaba al interior de la mansión cuando la vio debajo de los frondosos árboles, sentada en el verde césped con un libro en sus manos. En un abrir y cerrar de ojos se percató de que todos estarían en el interior, esperando por el obligado té y nadie se percataría de su encuentro. Lentamente se acercó a la chica por sus espaldas y sin que se diera cuenta, se arrodilló en sus espaldas y tapó delicadamente sus ojos. Una tonta sonrisa se formó en los labios de la joven al darse cuenta quien era. Últimamente sus tardes habían tomado una magia inesperada, nunca hubiese imaginado, ni en sus sueños más remotos, que  aquel apuesto hombre estaría loco por ella como Liam lo estaba. Llevaban cada momento al límite, desfrutando un libro, unas cuantas palabras, hasta el descaro de una caricia los hacia felices.
El castaño sin pensarlo se tomó el atrevimiento de besar su mejilla, sintiendo la tersa piel de su acompañante, seguido de un cosquilleo interno que pensaba jamás sentir, siempre lo habría atribuido a la fantasía de los libros que las mujeres leían, pero por primera vez lo había experimentado, y había sido la mejor sensación de todas. Esa tarde sintió lo que era el amor, que verdaderamente existía y mientras veía a la pequeña Cox recostada en su regazo, con el infaltable libro en sus manos, se convenció que necesitaba encontrar otra salida su problema.

Pero el tiempo lo había traicionado, había llegado antes de que la solución llegara, le había presentado batalla y él no tenía una buena estrategia ni posibles luchadores, sólo era poseedor de su corazón y sentimientos los cuales no habían sido suficientes para el combate.   
Unas infinitas ganas de llorar lo invadieron, se sentía devastado, sin salida. No sólo estaban sus sentimientos en juego, los de su amada también lo estaban y los había hecho añicos. Eso era lo que más le dolía. Haberla visto llorar la noche anterior cuando se despidió de ella había sido lo más difícil y doloroso que jamás había hecho. Ver el momento en que sus castaños ojos se tornaban brillosos mirando al cielo evitando que lágrimas cayeran fue duro, demasiado. La abrazó por última vez, demostrándole su amor, pero a su vez dejándola ser libre, que volara y esperaba que ella si pudiera ser feliz en un futuro cercano sin él.

Harold caminaba a paso ágil y rápido por los pasillos de la gran mansión Payne, junto a Millie habían ideado un plan la noche anterior y sólo esperaba que el necio de su amigo lo escuchara. Estaba cansado de verlo infeliz, y en esas últimas semanas, en las cuales había mantenido esos extraños encuentros con lady Lea, lo había visto sonreír como nunca, y de esa forma quería a su amigo, solamente esperaba que las cosas funcionen.
Sin esperar ser atendido llegó a la puerta de pesada madera que le daba privacidad al estudio de lord Payne para irrumpir de un portazo, ingresar y cerrar la puerta tras sí. Al hacerlo, se llevó la imagen más deprimente que esperaba ver. Las cortinas estaban cerradas, apenas podía ver al castaño con su cabeza gacha sobre el escritorio, todo estaba inmerso en una profunda y desolada oscuridad.

-Suponía verte así querido amigo, pero para serte franco, no pensé que el gran Liam Payne se rindiera tan fácilmente- empezó en un tono lo suficientemente autoritario como para que Liam levantase la cabeza y lo mirase. Intentó interrumpirlo, pero no tuvo resultado. El ruloso con un sólo gesto lo mando a callar- realmente esto es lo que quieres? Una vida completa de tormentos y tristezas? Repleta de y que hubiese pasado si…? Vamos Liam, desde cuando es importante lo que los demás crean y opinan?  Soy plenamente consciente que el maldito título querías mantenerlo como memoria de tu madre, pero qué más da? Te aseguro que lo que ella querría en este momento es ver a su pequeño Liam feliz y sonriendo, no esto que hay ahora. Vamos, además lo económico puede solucionarse. Desde pequeños prometimos ayudarnos, y aunque no quieras aceptar la mía, lo haré de todas formas. No permitiré que seas infeliz toda tu vida amigo, sólo piénsalo, el tren está pasando justo ahora, no lo dejes ir.

Una sonrisa de profunda satisfacción se formó en el rostro del oji-verde al ver la reacción de su mejor amigo.

Liam había dejado escapar unas cuantas lágrimas que había estado guardando hacía tiempo ya. Si, era un caballero de la alta aristocracia inglesa, pero que más daba, estaba candado de seguir un estúpido protocolo sin sentido. Ya no importaba lo que los demás dijeran. Si quería llorar, lo haría. Sin decir ni una palabra se paró de su silla y corrió a su amigo, lo abrazó y siguió su rumbo al jardín delantero, si contaba con suerte aún estaría en carruaje en la entrada.

Corrió como nunca lo había hecho, al máximo que sus pies daban. En el camino chocó con más de uno de sus empleados y gente que allí se encontraba, pero no le importó.  El frío aire de una gris mañana de invierno lo golpeó al salir del tibio interior con sólo una camisa y sus pantalones de vestir negros, pero no tuvo tiempo de pensar en eso cuando vio que el carruaje que llevaba a parte de la familia Jones estaba a punto de cerrar sus puertas. La desesperación lo invadió, por lo que sólo pudo gritar el nombre de su amada. Los segundos se hicieron eternos, sus esperanzas se iban perdiendo cuando de repente vio salir del interior de la casa una sorprendida Lea con una maleta en su mano izquierda acompañada de una sonriente Millie. Sonrió feliz, aún no la había perdido.

Con la misma inseguridad que un adolescente de quince años se acerca a su primera conquista caminaba Liam, mientras que lady Cox se mantenía expectante y temerosa en las escaleras de la gran casona. Una vez que la tuvo frente a si, tomó delicadamente sus manos y miró los brillantes ojos castaños de Lea y ahí todo cobro sentido. La gente solía decir que no debían estar juntos, un conde con una plebeya no era socialmente aceptado, pero que importaba. Se amaban y eso era lo que valía,  la sociedad podía juzgarlos pero no los conocían realmente, jamás comprenderían sus sentimientos, ni sabrían el amor que se tenían y se demostraban con simplemente una sonrisa, una mirada y si lo hacían estarían celosos por el simple hecho de la felicidad que ellos podían compartir con tan poco. Los demás podrían tener todo el oro y prestigio que desearan, pero jamás podrían ser plenamente felices sin el amor verdadero. Qué se puede ganar teniendo todas las propiedades y títulos del mundo si no tienes el amor y con quien compartirlo? De que valía despertar cada mañana si no tenías con quien compartir una caricia?
 
 Al fin había comprendido las palabras que su amigo le había dicho hacía unos momentos atrás, y mirando sobre el hombro de su chica, se encontró con la sonrisa contagiosa de su mejor amigo, abrazado a lady Millie con una increíble dulzura. Les devolvió el gesto, no podría estar más agradecidos con ellos, a fin de cuentas era por ellos que el desenlace de su historia se estaba dando de esa forma.


 Y en ese momento a Liam no me importó las opiniones de los demás, ni el compromiso con la familia Peazer, ni renunciar a aquel nombre que lo mantenía en un gran status, sabía que a lo mejor no podría brindarle todos los lujos que él quisiera al hacerlo, que muchos serian limitados, pero así lo preferían. Comprendió que no era necesario todo lo material, si podía ser plenamente feliz con la castaña que se encontraba frente a él, sonriendo como nunca. Y sin esperar más se acercó lentamente, sellando el momento con un tierno beso, queriendo gritarle al mundo que estaban juntos, porque de esa forma podrían afrontar todos los problemas, sin importar lo que los demás dijeran.

viernes, 26 de julio de 2013

Meet you in Paris...




El invernal aire azotaba duramente el enrojecido rostro de la joven. El ajetreante sonido de la noche parisina se contrastaba con la soledad y el caminar sin rumbo de la castaña. La noche se hacía en la inmensidad, los pequeños negocios de recuerdos iban apagando sus luces para darle lugar a las románticas farolas e imponentes restaurants que ofrecían una velada inolvidable para miles de personas que los visitaban a diario.

Millie miraba cada una de esas parejas con la melancolía del recuerdo, deseando con todas sus fuerzas volver el tiempo atrás y  estar en su lugar. Pero no todo en la vida es como uno quiere o espera.
Caminó la última cuadra e inconscientemente llegó al inconfundible puente. Su intención no era visitar aquel sitio, no quería revivir aquellos momentos que intentaba sepultar y olvidar, pero al parecer su mente, corazón y pies la habían traicionado una vez más, llevándola al lugar de los recuerdos, a donde todo había comenzado, se habían prometido amor eterno, pero también donde todo había llegado a su fin.

Con paso lento se introdujo en el puente, deteniéndose en mitad de él. Posó sus manos en la baranda y perdió su vista en la intermitente Torre Eiffel, para luego mirar el sin fin de candados que adornaban la pasarela Léopold Sédar Senghor y que cada día iban incrementando su número con uno nuevo que alguna feliz pareja dejaba jurándose amor eterno cerrándolo en torno al pequeño alambrado, para luego arrojar la llave al río en metáfora de que el candado nunca se abriría, de que su amor sería infinito.

A lo mejor habría sido eso lo que hicieron mal, se cuestionó Millie con una sonrisa irónica y melancólica. Ellos habían decidido no arrojar la llave. Harry tenía otro punto de vista, había desafiado el poder del mismo río. Sonaría algo estúpido, pero quien sabe, el amor había terminado sorpresivamente.

El viento comenzaba a ser cada vez más intenso haciendo que su cabello volara en diferentes direcciones, pero ya nadie se encontraba a su lado para correr a los que impedían su vista. No era bueno estar allí, los recuerdos iban y venían atormentándola una vez más, volviendo a los momentos en que ellos eran los príncipes y princesas de su historia rota. Siguió vagando entre los multicolores candados hasta que encontró algo que no pensaba hacerlo con facilidad:

“Harry & Millie”

Leyó en una gastada caligrafía masculina que decoraba un candado en forma de corazón.
Lo acarició suavemente con la punta de sus dedos como si de eso dependiese su último suspiro. Cerró fuertemente sus ojos haciendo que toda su atención viajase a aquel verano en el cual todo había comenzado.

Caminatas interminables, largas filas y un sinfín de personas recorrían las calles de la famosa ciudad del amor; era tiempo de vacacionar y que mejor que el mágico París para disfrutarlas. Con su mejor amiga había planeado por tanto tiempo aquellas soñadas vacaciones, era el sueño y anhelo de ambas.


El aire comenzaba a ser denso, el calor del medio día empezaba a hacer su efecto, pero ninguna quería desperdiciar su tiempo en descansar, su destino era por fin la Torre Eiffel, pero algo se interpuso en sus planes.
Varios puentes decoran y comunican la hermosa capital francesa dividida por el imponente Sena, lo que le da un toque más pintoresco y que hace que te enamores aún más del lugar. La gente los cruza a diario, muchas veces sin percatarse de lo bello que puede hacerse a la vista y al paisaje, pero a su vez nadie es consciente de las innumerables historias que éstos esconden. Millie miraba cada uno de ellos embellecida, imaginando miles de posibles historias, sin saber que sería protagonista de una. Uno llamó su atención más que todos. Cada uno tenía su particular encanto, pero lo que encantó a la castaña no fueron sus dimensiones, su ostentosidad, ni cuánto podría costar sino que estaba repleto de candados pertenecientes a personas de todo el mundo, generaciones y culturas. En ese momento miró fascinada, aunque no sabía con exactitud el porqué del decorado se lo imaginaba. Sin embargo sus dudas fueron resueltas por un extraño de ojos esmeraldas que de un minuto a otro había entrado a su vida sorprendiéndola por la espalda con un inconfundible acento inglés, regalándola una del millón de sonrisas que con el tiempo vendrían, comenzando una conversación algo extraña para cualquiera pero con un sentido inigualable e inolvidable para ellos.

Desde aquel día soleado de agosto sus vidas habían sido unidas por casualidad, uniendo dos caminos, formando uno mismo que compartirían a lo largo del verano, lleno de risas contagiosas, lágrimas que acababan en cosquillas, repleto de alegrías y hermosos paseos por la capital. Sin embargo el escaso tiempo pasa, el amor crece y el verano sólo dura unos momentos, los días estaban contados y finalmente llegaron a su fin. Muchos lo niegan, otros intentan ocultarlo y unos pocos valientes dolorosamente lo admiten: la distancia puede matar hasta la promesa más sólida y pura.

Harold le había marcado en la última mañana para recorrer juntos ese último día en compañía del otro e intentar que sea inolvidable para ambos. Habían hecho un último recorrido juntos por los puntos más memorables, fotografiando cada momento para que el despegue sea menos doloroso y poder recordar cada uno de esos momentos vividos por medio de fotografías y compartir, a pesar del océano, sonrisas al hacerlo. El día iba llegando a su fin, el hermoso atardecer se hacía presente coloreando el cielo de un hermoso tono rosado. Hazza tomaba suavemente la mano de la chica deseando que el tiempo se detenga, que el reloj dejara de correr y sacarle segundos al día que estaba concluyendo, no querían que el adiós llegara.
Luego de una cena en uno de los tantos puestos del lugar estaban terminando la velada en donde todo había comenzado, el puente del amor, pero esta vez con otro propósito. Lentamente se encaminaron en la pasarela y se detuvieron en la mitad. El ruloso tomó delicadamente las manos de la chica y pronunció unas lindas palabras que quedarían siempre guardadas en secreto tanto en el puente como en el corazón de la castaña. Y mirándola a los ojos le prometió que siempre estaría en su corazón, en sus pensamientos y de su bolsillo izquierdo sacó un pequeño corazón rojo con sus nombres perfectamente escritos en él. Posó una de sus grandes manos en la cintura para acercarse a la barandilla y juntos sellar la promesa cerrando juntos aquel candado pero con la particularidad de guardar la llave.

Los ojos no tardaron en estar cristalinos otra vez, recordar todo aquello no le estaba haciendo bien, en lo absoluto. Esa era su última noche en la ciudad, y Harry no había cumplido su promesa. Al momento de separar sus caminos habían acordado hablar a diario o al menos cuando el tiempo se los permita, y encontrarse allí luego de un año y medio. Pero las conversaciones no habían tenido el efecto que esperaban, con el correr de los días las charlas iban siendo cada vez más cortas, distanciadas y fías, hasta llegar a ser sólo unipersonales.
Millie tenía la esperanza de que el oji-verde se presentara el día del encuentro en el bendito puente, pero el día había pasado y con él el correr de los siguientes y él nunca había llegado.
En su interior algo le decía que no debía haber ido, pero no hizo caso y esperó demasiado de algo que temía nunca pasar. 

Con sus manos temblorosas rebuscó entre los bolsillos de su saco hasta encontrar el pequeño trozo de metal que el inglés había decidido guardar tiempo atrás. Lo examinó por unos instantes y jugueteó con él durante unos segundos para luego hacer lo que había deseado nunca hacer.
Lentamente se arrodilló en el frío del piso haciendo que la madera crujiese y con sus inseguros dedos se dispuso a abrir aquel candado. Una vez que pudo insertar la llave, cerró sus ojos, dejando que una lágrima de tristeza se filtrara de ellos. Iba a abrirlo, su amor, al parecer, no había sido lo suficientemente fuerte, no había podido superar las barreras, o a lo mejor eran demasiado grandes para poder saltarlas y superarlas. 
Antes de girar la llave miró la torre una vez más, demonios, tantos recuerdos llegaban a su mente. Ella había sido su fiel confidente, quien había guardado cada uno de los secretos y había sido espectadora de cada una de sus andanzas por allí. Miró la luna, quien era su fría espectadora esa noche, preguntándole porqué aquel chico de hermosa sonrisa y ojos cautivantes no había podido amarla tanto como ella a él. Se sentía devastada, pero era necesario que abra ese maldito candado, sentía que de esa forma iba a poder dejarlo ser libre, dejarlo ir y sentirse un poco mejor, si eso podría llegar a ser posible.  Bajo la vista para poder coordinar el movimiento de la llave, no sabía si era por causa del frío o la angustia, pero no podía hacerlo.
Segura al fin, dejo que se escurra la última gota salada por sus mejillas y se disponía a finalmente abrir el corazón y arrojarlo lejos, pero algo interrumpió su tarea.

-‘No, por favor no lo hagas´

Y eso fue lo único que escuchó para luego sentir que alguien se arrodillaba tras ella, tomándole con una mano la suya, evitando que cometa su acción, y con la otra posándola en su cintura, formando un cálido abrazo en la fría noche.
Giró lentamente para que más lágrimas cayeran por sus mejillas al encontrarse con unos ojos en el mismo estado que los de ella, cristalinos, desesperados y tristes. Él estaba allí, había vuelto. Su chico ruloso estaba otra vez junto a ella esa noche. 

~

El cálido aire del mes de Agosto hacia volar el cabello de la joven haciendo que el chico de risos riera por la cara de fastidio de su acompañante al momento que impedían su vista. El sol se ocultaba en el límite del cielo y el río, dando un hermoso tono a la ciudad. La feliz pareja caminaba con una hermosa sonrisa en sus rostros, eran plenamente felices. Sus pies estaban cansados, pero el espíritu y la alegría que en ambos existía no les permitían regresar al hotel aún, algo más debían hacer antes de volver. Harry seguro de sí tomo la mano de su desprevenida esposa e hizo que su recorrido cambiara de rumbo. Caminaron unos metros en un cómodo silencio hasta que cubrió lentamente los ojos de su chica con las manos. Quería regalarle una sorpresa más. Con pasos lentos y precisos hizo que se situara frente a una baranda y, antes de descubrir sus ojos, se situó detrás de ella para luego permitirle la visión, posando sus grandes manos en la cintura de su amada y colocando su rostro sobre el hombro de ella. Desear un momento más perfecto era imposible.
Millie miró anonadada el paisaje, estaban otra vez allí, en su lugar. Su mirada se nubló, amaba ese lugar.

La noche en que Harold había vuelto al Léopold Sédar Senghor la magia había hecho su presencia. Por más doloroso que fuera él había contado su verdad, había tenido miedo de volverla a ver, temía no encontrarla y por ello había preferido no acudir al encuentro. La cobardía había sido más fuerte pero de un momento a otro había logrado vencerla, ser fuerte, valiente y luchar por lo que sentía. Sólo esperaba no haber perdido demasiado tiempo y que sea muy tarde.
Al momento de encontrarla y ver que intentaba quitar el corazón que meses antes habían colocado juntos, sintió que el suyo se rompía en pedazos y tomó valor para enfrentar lo que se avecinaba, tenía que contar la verdad, por más de que eso lo lleve a la perdida, debía intentar que lo escuche, que si ya no lo quería se lo dijera, pero necesitaba que lo escuche por última vez al menos.

Y así lo había hecho pero las cosas habían resultado con un lindo final. La luna de miel era lo que estaban viviendo juntos, en la ciudad donde todo había comenzado.
Millie tomó las manos de Harry que se mecían en su apenas notable vientre y lentamente se giró para encontrarse con la hermosa sonrisa que tanto amaba. Podía notar el brillo de sus propios ojos reflejados en los anteojos de sol de su Hazza, los cuales lentamente sacó para encontrarse con las brillantes esmeraldas en las que se perdía cada vez que las miraba.  Y sin previo aviso el castaño acortó la escasa distancia para regalarle un corto beso, el cual dejaba plasmados los más puros y hermosos sentimientos, pero no todo terminaba allí. Al momento de separarse rebuscó entre los bolsillos de su pantalón el motivo por el cual el puente era su espectador otra vez. De él saco un candado y miró a su chica, la cual le sonreía como nunca. Sin emitir sonido, ambos rodearon uno de los finos alambres con la parte superior del candado, para luego cerrarlo juntos. Y regalándose una pícara y sincera sonrisa tomaron ambas llaves y las arrojaron al Sena juntas, cumpliendo la tradición. Esa noche, una vez más, frente a la deslumbrante Torre, la brillante luna, el puente y las personas que esa noche se encontraban allí reafirmaron su amor, demostrando que si era verdadero, que no importaban las distancias, los miedos y temores, los altos y bajos.

Se encontraron en París, un remoto día, en la tierra de sus sueños, y sólo necesitaban sus sonrisas para mantenerse vivos, saber que el otro estaba bien para estar tranquilos y que pasarían las dificultades y distancias otra vez, si sabían que se encontrarían una vez más en París, para ser felices.

domingo, 19 de mayo de 2013

The concert experience, my alternative happy ending...




La adrenalina corría por sus venas, había sido guardada durante mucho tiempo en su interior y era momento de que salga de allí. Corría como nunca antes lo había hecho cuando las puertas del inmenso estadio se abrieron ante ellas.  Había esperado eso durante años, y por fin había llegado.  La exaltación de miles de adolescentes era incalculable, nada ni nadie podría frenarla. El frío aire de mayo chocaba en su rostro haciendo que su cabello vuele, giró su cabeza por unos cortos instantes y vio que su mejor amiga estaba a su lado, corriendo al igual que ella, compartiendo el que sería uno de los mejores momentos de sus vidas.

Corrían y corrían, iniciando una competencia sin fin, por ver cuán cerca  podrían estar de esas personas que iluminaban cada uno de sus días.
La velocidad que tomaban fue descendiendo a medida que la distancia se hacía menor y que grupos de chicos se hacían presente frente a ellas. No podían quejarse, estaban bastante cerca.

Por un momento se detuvo, a unos pocos metros de las vallas. Quedó en transe por unos pocos segundos para luego cerrar sus ojos y pensar, rememorar y atar momentos que la llevaban a donde estaba.
Sus pensamientos la fueron remontando a cada momento que había compartido, sin que lo supieran, con aquellos cinco chicos que esperaba ver desde hacía ya varios años. Desde el momento en que los había descubierto, pasando por las incontables noches de desvelo compartidas junto a su computadora y una taza de té, viendo innumerables videos, leyendo noticias que en más de una ocasión habían terminado en lágrimas,  cada sonrisa que le habían sacado, cada momento de tristeza por sentir que nunca sería más que una fan, los momentos en que había llegado a compartir con sus amigas de distancia, que las amaba más que con las que compartía sus días, esas amigas que eran las únicas que podían entenderla tal cual era, sin juzgarla por sus extraños pero más nobles sentimientos. Recordó también ese sentimiento de angustia que la invadió al momento de anunciado el concierto, temiendo por su asistencia, por poder conseguir la tan preciada entrada para poder disfrutar del acontecimiento más esperado, esa angustia que se filtraba por medio de la felicidad que sentía.

Fue abriendo sus ojos lentamente, no era su primer concierto, pero si el primero de ellos, de esos británicos-irlandés que robaban cada uno de sus suspiros, que la hacían sentir bien cuando nadie podía hacerlo. Había imaginado ese momento durante años, se había formulado la idea de cómo sería pero nada se igualaba con estar allí. Giró, permitiéndose una vista panorámica de todo el estadio, no podía creer donde se encontraba.  Miles de adolescentes corriendo en todas direcciones, las plateas llenas y ya el amontonamiento de gente se había hecho más que evidente, los gritos y llantos se mezclaban con las risas nerviosas, la ansiedad y el deseo de que el concierto empiece para nunca terminar. En el aire se respiraba sólo felicidad, permitiendo que nuevas amistades florecieran, que hermosos sentimientos se crean en momentos así.

El estadio ya estaba lleno, flashes por todos lados que no cesaban,  al igual que el interminable murmullo colectivo. La noche iba llegando anunciando que cada vez faltaba menos y menos para lo que tanto ansiaban.  El último telonero ya había llegado al fin de su presentación, por lo que nada faltaban para que el gran sueño llegara a su punto más esperado.

Las luces lentamente se fueron apagando, gritos provenientes de cada una de las personas que allí estaban formaban uno para luego caer en el único silencio de la noche. Esa espera por verlos era lo más tortuoso que había vivido.
Su corazón comenzó a latir fuertemente, como si fuera a salirse de su pecho al momento que las luces se volvieron a encender y los primeros acordes de esa tan conocida canción para ella comenzaba a sonar mientras que unas sobras se hacían presentes en la oscuridad del escenario.

Aquellas cinco melodiosas voces comenzaron a resonar por los parlantes haciendo que llegue a cada uno de los espectadores causando diversos efectos en ellos. La presión que se ejercía era abrumadora,  se sentían pisar unos contra otros, empujar e incluso golpear, pero nada de eso importaba.  La castaña estaba absorta en lo que estaba pasando. Saladas gotas de agua comenzaron a caer por su rostro, sin importar el dolor que estaba sintiendo en su cuerpo al ser empujada contra el barandal de fierro que delimitaba, eran lágrimas de felicidad. Aún no sabía cómo había llegado allí, pero gracias a los fuertes empujones y apretones lo había logrado, había llegado a su objetivo, por lo que había esperado tanto tiempo.

Levantó su mirada y quedó perdida en todo aquello que la asombró y sorprendió en tan escasos segundos.  No podía creer lo que estaba viviendo. Un sentimiento de emoción y felicidad se apoderó de ella. Ver frente a ella a sus cinco ídolos, sus cinco chicos, fue la mejor sensación que había podido experimentar. 

Las canciones fueron sonando y con ellas las voces de los presentes coreándolas sin ningún tipo de dificultad dejaban sorprendidos a aquellos chicos. Cada canción que se comenzaba era una canción compartida por todos. Se podía ver en la sonrisa de Niall la sorpresa, la satisfacción en las acciones del encantador Louis frente a la reacción de sus directioners cuando realizaba alguna locura, el agradecimiento sin fin en las dulces y emotivas palabras de Liam, el gozo de Zayn al hacer, como cada noche, lo que amaba y la respuesta de la gente y por último la felicidad en los ojos esmeralda de Harry. Era incalculable la felicidad que sentían de compartir, una vez más, lo que ellos amaban hacer, y tener esa repercusión, esa llegada a sus fans, esta vez en un país distinto, en un continente lejano. 

Los acordes iban cambiando,  el aire que se respiraba allí era acogedor, las voces formaban un mismo coro,  y la alegría era un sentimiento común. La joven seguía sin creer que todo aquello verdaderamente este pasando, no era consciente que frente a ella estaban esos chicos que durante años habían brindado su apoyo sin saberlo, a la distancia. Sus ojos brillaban de una forma inigualable y más aún, si eso era humanamente posible, cuando sintió, y ella juraba y creía que no había sido efecto de su imaginación, que sus ojos se cruzaron con los de aquel rizado que había sido el dueño de sus más profundos pensamientos desde hacía tiempo ya. Sintió que sus miradas se habían conectado íntimamente, formando una atmósfera en donde sólo se encontraban ellos, y tan sólo con aquel escaso contacto visual. Había perdido la noción del tiempo, el espacio e incluso  la canción que cantaban en ese momento. Pero todo llegó a su fin, con una hermosa 
sonrisa del oji-verde.

Las canciones iban pasando, el listado iba llegando a su temido fin. Era el momento que todos sabían que llegaría pero que nadie lo deseaba. El tan odiado adiós estaba aproximándose y a pesar de que se intentara extender el tiempo por más mínimo segundo que sea tuvo que concluir.  Y con una última sonrisa dedicada al público y el típico ‘Te amo’ todos fueron espectadores de como los cinco chicos que habían hecho la mejor noche de sus vidas se iban por el lado derecho del escenario, dejando a todos con un extraño sentimiento de vacío.

Enormes sonrisas combinadas con lágrimas se mezclaban en más de uno a medida que se buscaban entre amigos para emprender el retorno a sus hogares.
Por su parte, Millie, había quedado perdida en el escenario, especialmente en la bambalina por la cual se habían ido. Ese sentimiento que tanto quería evitar se fue haciendo dueño de ella poco a poco, apropiándose de cada centímetro de ella, invadiéndola con una mezcla de felicidad, nostalgia y tristeza. Algo contradictorio, sí.  Sentía una inmensa felicidad por haber podido cumplir unos de sus sueños, verlos dar todo de sí en vivo, disfrutar junto a ellos de eso que tanto amaban hacer  pero también sentía una gran nostalgia y tristeza, porque sabía que se irían y que no estaba segura de volverlos a ver alguna vez. Tan sólo con pensarlo sus ojos comenzaron a cristalizarse por vez un millón, y sintió como sus amigas la abrazaban formando ese abrazo grupal que tanto añoraba y juntas  emprendieron el camino hacia la salida, por la que horas antes habían ingresado llevándose un recuerdo intachable con ellas y una gran sonrisa.
 La noche había culminado, había que dejarlos ir, o al menos era lo que ellas pensaban.

El taxi había desviado su destino de origen, una de sus amigas había tenido la idea de ir a ver qué pasaba en las afueras del hotel en el que sus chicos se hospedaban. Al llegar al lugar bajaron rápidamente y cerrando la puerta tras ellas corrieron a donde estaban los límites impuestos por seguridad al momento en que una van plateada se retiraba del estacionamiento, esa noche había sido el último concierto en su ciudad, esa misma noche partirían a la próxima parada del tour. Las chicas que habían ido luego del concierto corrieron tras la camioneta y luego de perderla en la longitud de la avenida comenzaron a dispersarse, despidiéndose y prometiendo futuras visitas entre ellas. Porque no sólo habían ido a disfrutar del concierto sino que también se habían formado nuevas e interminables amistades.   

Ya todo había concluido, no habían tenido la suerte de verlos allí, pero estaban felices de haber podido vivir todas las emociones que ese día les había regalado.
Millie era de las últimas que quedaba junto con su mejor amiga, ya todos se habían ido. Caminó unos pasos más hasta llegar a la calle, pero sintió que algo le faltaba. Demoños, su pañuelo no estaba en su cabeza, lo había perdido al momento de correr. Resignada y cansada le pidió a su amiga que la espere unos segundos, tenía la esperanza de encontrarlo.

Con paso cansado volvió a la valla que antes habían puesto y miró el césped buscando como podía, la noche era oscura y sólo contaba con una escasa luz como guía. A lo lejos divisó aquel pequeño trozo de tela que momentos antes había estado en su cabeza manteniendo el flequillo en su lugar, que por la corrida había dejado caer sin querer. Llegó a él y con una paciencia desmedida se agachó para poder tomarlo cuando algo la desorientó, lo que veía no podía ser real. Aquellas botas color marrón no podían ser las que ella conocía a la perfección. 

Intentó ponerse en pie, pero sus piernas fallaron al momento de comprender quien estaba tendiendo su mano con una hermosa e inmaculada sonrisa en su rostro.

-linda, permíteme ayudarte. Dijo esa profunda voz que tanto había deseado escuchar con perfecto acento británico.

Con una temblorosa mano tomó la que le ofrecían, intentando ponerse en pie. Esa noche no gritó, no rompió en desmedido llanto ni se desmayó como siempre había temido hacer. Para su sorpresa una sonrisa que ni ella conocía se presentó involuntariamente en su rostro la cual era acompañada por lagrimas que venían en visita sin ser llamadas.
Millie miró los ojos que la contemplaban con cierta picardía característica en ellos.  Perdiéndose como en el concierto había sentido hacer. Sin previo aviso ni permiso llevo una de sus manos, liberándola del agarre del castaño, al rostro de éste tocando suavemente cada parte de él, sintiendo bajo su tacto la suavidad de su piel, notando por primera vez en su vida que era real,  y no sólo efecto de su imaginación e incluso darse cuenta que ya no era ese pequeño niño de 16 años que había audicionado, a quien había conocido y del cual se había enamorado desde un comienzo, sino que ya era todo un hombre.  Sus mejillas de pequeño se habían transformado en rasgos más marcados, había crecido, sin embargo esa picardía que la había enamorado seguía presente en su mirada, no se había ido.
  El chico seguía con su hermosa sonrisa, dejando que la castaña explore a su antojo e incluso cumpla su anhelado deseo de tocar uno de sus rizos. Él solo atinaba a sonreírle, transmitiéndole una paz y tranquilidad como nunca había hecho. Esperó que ella dejara de brindarle esas reconfortable caricias para secar con su pulgar las lágrimas que caían por el rostro de la joven.
Sin soltar su mano derecha le preguntó su nombre, y luego de regalarle un abrazo, tomarse una fotografía y autografiarle el cuaderno color azul de anotaciones se despidió con un cálido beso en la mejilla. Y girándose por última vez le guiñó su ojo, permitiéndose perderse en el final de la calle donde otra camioneta aguardaba por él.

Y así fue como Millie lo observó hasta que este partió. Dejándola aturdida pero completamente feliz.  Sabía que no había sido el final de ensueños con el que soñaba cada noche, y que era seguro que al girar los pies Harry habría olvidado su nombre, tan sólo había sido una fan a la cual Harry había conocido.  Pero para ella no había sido sólo eso. El sin saberlo, había dejado a aquella castaña feliz, contenta, con sus sueños cumplidos.

Llevo el gorro azul que Harry le había obsequiado a su corazón y cerró sus ojos, permitiendo que una última lágrima de felicidad recorriera su rostro. Si, había sido afortunada incluso en eso, él le había dado su preciado gorro azul. Y sin más que hacer se sentó en el frío suelo y abrazó sus piernas. El sentimiento de vacío apareció al saber que había partido. Pero había que ser realista, eso no era el final de sueños en el que el ídolo se enamorara de una simple fan, pero estaba feliz, era su alternativo final feliz. 

Little things


domingo, 7 de abril de 2013

I'm already there



Primer parte

La noche caía, el frío de una larga noche de invierno se hacía paso entre el pesado saco que Zayn llevaba.  La nieve comenzaba a caer y el sentido de soledad lo invadía cada vez más.
La medianoche lo encontró en mitad de camino por lo que fue tuvo que detenerse en uno de los hoteles de paso para así poder continuar su camino la mañana siguiente.
Habitación 310. Miró los números que adornaban la puerta mientras pasaba la tarjeta magnética. Al ingresar la cerró detrás de él, dejó el pequeño equipaje que llevaba consigo a un lado y se recostó en la gran cama que se encontraba contra una de las paredes del cuarto. Una vez que estuvo allí un suspiro cargado de tristeza se filtró de entre sus labios. El lugar se le hacía increíblemente inmenso y la soledad, una vez más, era su única compañera.

Sacó su celular de uno de los bolsillos de su pantalón, el reloj marcaba que habían pasado media hora de la media noche. Miró la foto del teléfono mientras que el sentimiento de tristeza, que ya sentía, se agudizaba más y más; cuatro personas con grandes sonrisas posaban para la cámara abrazados en el cumpleaños número tres de la pequeña Rose. Una hermosa familia, su familia. Seis meses llevaba sin verlos y aún faltaba un tramo igual de extenso.

Cerró fuertemente sus ojos y tecleó el número que tan bien conocía, al menos quería escucharla decir ‘te amo´ una vez más.
Uno, dos, tres tonos hasta que una inconfundible voz contestó del otro lado, aunque lo sorprendió ya que no era la que esperaba. Jace había ganado el teléfono a Nicole, su madre, y siendo perseguido por los pasos de su hermana menor, había llegado antes, permitiendo que  las risas de las dos chicas de la casa  se filtraran por el auricular del teléfono. 
Una lágrima se dejó escapar de los ojos del moreno y descendió por su mejilla al escuchar la suave voz del pequeño de cinco años preguntar

-`Papi cuando volverás a casa, te extrañamos mucho aquí´

Él dijo la primer cosa que vino a su mente e intercambiando unas cuantas palabras más otra voz se escuchó al otro lado.
Por su parte, Nicki, luchaba por que su voz no temblara e intentaba que la conversación no llegara al punto  de las lágrimas pero las palabras se escaparon involuntariamente de su boca

-`Realmente te extraño, Cariño’

Se maldijo una y mil veces por haberlas dicho al notar el suave sollozo por parte de Zayn, pero ya nada podía hacer.
El pelinegro tardo unos pequeños instantes en contestar, buscando con cautela cada una de las palabras que diría, hasta que encontró las justas

-´Cariño, no estés mal, yo estoy allí. Mira a tu alrededor, soy el sol en tu cabello, la sombra en el sueño.  Escucha, sientes el viento? Soy ese susurro que te brinda, soy tu amigo imaginario. Sé que estoy en tus pensamientos y allí es donde estoy, sólo falta un poco más´

Y dicho esto la conversación siguió unos instantes, hasta que los ojos de Zayn se iban cerrando poco a poco u diciéndose promesas de estar bien y regalándose unos cuantos ´te amo´ la llamada llegó a su fin.



 Segunda parte

Zayn despertó de un salto y con la respiración acelerada al momento de encender la lámpara de la mesita de noche. Estiró su brazo para tocar el lado derecho de la cama, pero las sábanas estaban frías. No había sido más que una visita de su amada esposa en sueños. La habitación estaba en completo silencio, todo había sido tan real. Ella estaba en sus brazos, riendo como cada mañana en la que amanecía a su lado, recorriendo con sus suaves dedos el rostro  del joven, algo que siempre terminaba en cosquillas y algún escurridizo beso, mientras que los pequeños visitaban su habitación para un ameno desayuno familiar repleto de sonrisas y felicidad.

Zayn sonrió con una notoria nostalgia, anhelando que todo aquello fuera verdad, pero sabía que para ello faltaba un tiempo aún; por lo que optó por apagar la luz y cerrando sus ojos pensó en su familia, el su amada Nicki, en la pequeña Rose y en el inquieto y adorable Jace, sintiéndose el hombre con más suerte por tener a cada uno de ellos. Y evitando la tristeza y sintiendo, como su querida esposa le había contestado unas horas antes, que ellos estaban allí con él, en sus recuerdos, en su corazón.



 Epílogo

Las calles de Londres nunca le habían parecido tan largas e interminables. Un último giro y ya estaba frente a su hogar.

Al fin habían pasado los largos doce meses. El auto se detuvo frente a la puerta color negro de la gran casa de Downing street .
Los nervios se hicieron presentes en Zayn, qué pasaría si las cosas habían cambiado?  Y qué si no lo recordaban?
Esas y más eran las ilógicas preguntas que rondaban por su cabeza en ese momento.  Sus manos sudaban y el nerviosismo no era algo que pudiera ignorar, pero las ganas de pasar esa puerta y ver a aquellas personas que lo hacían tan feliz rompían con cualquier barrera que se interpusiese, por lo que juntó valor y dio unos firmes golpes en la puerta.

Luego de unos segundos que parecieron eternos, vio abrirse esa madera que lo separaba del calor del hogar para escuchar un `papi´ y ver un pequeño cuerpo saltando en su dirección. Sin pensarlo  tomó al pequeño Jace en sus brazos abrazándolo con el mayor cariño que guardaba para ellos. No pasó ni un segundo cuando unas diminutas manitas tiraran de su saco y abrazaran sus piernas.

Sintió unos ligeros pasos acercarse y su corazón comenzó a latir con mayor rapidez.

-‘ Jace cuantas veces te he dicho que… oh por Dios, Zayn, estas aquí!’

Una Nicole con ojos brillosos había aparecido desde la cocina. Al ver a su esposo en la entrada de su casa había tenido que abrir y cerrar sus ojos varias veces para comprobar que todo era real y no producto de alguno de sus frecuentes sueños. Sin esperar reacción de su amado Zayn corrió a sus brazos mientras éste la envolvía en ellos y depositaba un tan esperado beso en sus labios.

Y con lágrimas de felicidad y emoción por el rencuentro Malik comprendió que el sinfín de estúpidas preguntas que lo atormentaban ni tenían ningún sentido; que podían separarlos miles de millas pero que el amor que compartían era más fuerte, porque sólo bastaba con mirar el brillo de la luna, la luz del sol, el susurro del viento o sentir los latidos de su corazón, para saber que ellos estarían allí.

miércoles, 20 de febrero de 2013

The train of love





Las llamativas orejitas de su gorro de panda quedaban sepultadas bajo las corridas y las ostentosas vestimentas de las miles de personas que recorrían la gran estación de ‘Victoria Station’. Ella se sentía una más, una de las tantas almas perdidas en aquella estación, en la gran ciudad, en el mundo.  Amaba aquella ciudad esa fría ciudad, repleta de gente que corría debido a sus apretadas agendas con sus cortos segundos contados, subiendo y bajando interminables escaleras con su infaltable café humeante en mano. Lo sentía su lugar, su hogar. Pero algo le faltaba. Allí se encontraba sola, de su familia la separaban miles de kilómetros, sus amigos no estaban y era demasiado tímida como para encontrar nuevos.

Acomodó su gorro y ajustó su abrigo cruzando sus brazos sobre su pecho, brindándose ese abrazo que nadie podía darle; de modo que a su vez de darse calor podría, inconscientemente, sentirse querida.

El sonido del silbato anunciando la partida del tren hacia Manchester la saco de su mente. Tomó su mochila y se dispuso a ingresar al tren, sintiéndose la persona menos interesante entre todos los que se encontraban en el lugar.
Veía parejas tomadas de la mano, caminando abrazados, despidiéndose con tiernos besos prometiendo encontrarse al regreso. Ella miró a su lado para caer en la dura realidad ya que sólo se encontró con el vacío de una inexistente persona vestida de transparentes prendas, quien era el temor de muchos, la soledad. 
El frío aire golpeó duramente su rostro, haciendo que su cabello danzara en miles de direcciones distintas ¿era posible sentir tanto frío, o era algo más que eso?

Colocó sus auriculares y comenzó su camino por los angostos pasillos hasta encontrar el pequeño asiento al lado de uno de los grandes ventanales que daban acceso a la hermosa vista del camino cubierto por una espesa capa blanca que le brindaba un aspecto más bello e impactante aún.
Dejó su mochila en el suelo y dando un gran suspiro al momento de cerrar sus ojos, se sentó en el azulino asiento mientras se recargaba en el respaldo del mismo.

Un fuerte movimiento seguido de un pequeño ruido dieron la señal de que el viaje comenzaba. Millie sentía que sólo sería un viaje más, en el cual conocería un nuevo y maravilloso lugar el cual le permitiría agrandar el número de fotografías en su computador, pero no todo sería como ella esperaba.
Sacó su cuaderno de anotaciones y perdiéndose en la inmensidad del blanco paisaje comenzó a tejer palabra tras palabra, hilando cada idea con una siguiente, tratando de formar frases que luego las convertiría en extrañas historias. Vagaba en su imaginación cuando una suave pero grave voz la sacó de su escritura a medida que unas grandes esmeraldas la iban hipnotizando.

-Disculpa, este lugar está ocupado, linda?
~
-Mami, mami, falta mucho?- preguntó el pequeño Aaron moviéndose inquiero en la falda de su madre, mientras que ésta acariciaba suavemente los rizos del pequeño.

-Sólo unos minutos, cariño, se paciente- contestó dulcemente Millie mientras miraba tiernamente la escena que su esposo, Harry, y la pequeña Darcy protagonizaban; combinando la manita de la bebe con la gran y protectora mano de Harold mientras sonreía embobado.

Esa mañana se encontraban en camino para pasar un lindo día familiar en Manchester. Cada año en esas fechas lo hacían, recordando aquel día en que sus vidas se habían cruzado; el cual Hazza había decidido  dejar de observarla desde la distancia y animarse a conocerla, dejar de ocultarse en las sobras para convertirse en indispensable luz en la que se había convertido al entrometerse en el camino de la castaña para iluminarlo como nunca lo habían hecho. Para encaminarla en aquel tren de vida que se encontraba perdido y sombrío en aquellos días, permitiéndose ser felices juntos, volviéndose indispensables en la vida del otro formando la hermosa familia que habían logrado concretar, compartiendo sueños y deseos.  Sin creer que esta bonita historia había comenzado en un tren, en el cual se encontraban en aquel momento, el cual fue testigo de una historia más de amor que continuaría hasta el final de sus días.

viernes, 28 de diciembre de 2012

More than books



Cerró sus verdes ojos con una notoria satisfacción y orgullo. Parte de su sueño se estaba realizando, por fin. Inhaló profundamente, dejando que ese aroma a tinta y papel se filtrara por su nariz. 
A su lado, mirando cada rincón del gran local con ojos maravillados, se encontraba su amiga. Esto era una locura, mucho más de lo que ambas habían soñado. Hacía un año que todo ese sueño de libros y grandes repisas cubiertas de ellos había comenzado acompañado del viaje que siempre habían anhelado hacer juntas. 
Quién creería que cuando el nuevo emprendimiento había empezado eran sólo unos pocos libros agrupados en un pequeño mostrador, para luego convertirse en unas de las más grandes e importantes librerías de Londres. Cada inmensa pared que allí se encontraba se encargaba de sostener los innumerables ejemplares de cada hermoso libro que quería ser contado. Drama, comedia, romance, terror, el género que más te gustara ahí lo podías encontrar.

El agitado día previo a navidad ya estaba llegando a su fin, había sido una larga jornada laboral. Cientos de personas habían recorrido la inmensidad del local buscando el libro indicado para poner debajo de su árbol y ellas no se negaban ni un segundo en ir en su ayuda, pero eran demasiados clientes para ser sólo dos jóvenes recorriendo los dos pisos de librería.  
Millie miró a su amiga Nicole quien seguía con sus ojos cerrados, era extraña la forma en que todo cambiaba, de conocerse por obra del destino, a vivir juntas sus sueños, de ser completas extrañas con gustos similares a ser inseparables, a considerarse hermanas.

La hora de cerrar el local había llegado para ir a festejar la hermosa víspera de navidad. La noche había llegado junto con la hora de regresar al calor del hogar para celebrar juntas, pero el sonido de la pequeña campana que anunciaba la llegada de un nuevo cliente, y el frío de las calles que ingresó por la puerta recientemente abierta llamó su atención.
Dos jóvenes, pocos años mayores que ellas, se encontraban en la gran puerta junto con numerosas bolsas de diversos locales. Uno de ellos poseía unos cautivantes ojos miel, los cuales eran acompañados de una hermosa sonrisa, mientras que el otro, un poco más alto que el antes mencionado, era dueño de una destacada cabellera rizada cubierta por un gorro color naranja, y una cara de pocos amigos.
La mirada de ambas chicas se cruzaron por unos escasos segundos, para luego dirigirse a los dos extraños que aguardaban en la entrada del local luego de haber cerrado la puerta tras ellos.
La típica conversación de compras había comenzado, pero esta no era como las acostumbradas, una química extraña surgió en ese momento, llevándola por variados temas, iniciando un lindo debate entre diversos libros, recorriendo y compartiendo diversas historias, especialmente por parte del moreno y la chica de intensos ojos verdes ya que ninguna palabra amigable salía de la boca del rizado, quien sólo atinaba a mirar el reloj de su muñeca izquierda repetidas veces, cosa que a Millie ponía nerviosa. La charla se extendió por unos cuantos minutos más, donde las sonrisas no faltaron y el amor por la lectura era el tema principal, pero ese cálido clima de armonía se vio alterado.
-          Zayn, podrías elegir el maldito libro de una vez? Hay regalos por comprar aún y una fiesta que terminar de organizar para esta noche- interrumpió el irritado castaño.

-          Oh, claro. Siento haberlos entretenido con mi aburrida charla, ven, te ayudaré con el libro- comentó la rubia a quien se le había apagado por un momento el brillo de sus ojos y tomando sin pensar la mano del joven se fueron perdiendo en las grandes bibliotecas del salón, donde sólo se escuchaba el retumbar de los zapatos en el piso de madera perfectamente lustrado.
Millie ya no aguantaba la actitud de aquel chico, y ver que la sonrisa de su amiga iba desapareciendo al momento en que el ruloso interrumpió la animada charla que hasta hace unos segundos llevaba con quien ahora sabia que se llamaba Zayn, rompiendo aquel clima que se había generado entre ellos,  fue lo que la hizo hacer un comentario que luego se arrepintió de decir, mordiéndose la lengua.
-          Sabes, podrías dejar que elijan su maldito libro tranquilos? Hubieras arreglado tus asuntos antes- y dicho eso giró sobre sus talones y fue a devolver los libros que tenía en sus manos, dejando al ruloso perplejo.
La castaña se había introducido en los largos pasillos llegando a la estantería donde tenía que depositar la pila de libros con la que estaba paseándose rato antes. Eran demasiados y para hacerlo tenía que usar las escaleras. Una vez que había logrado dejar todo en orden intentó acomodar su gorro navideño que había llevado todo el día puesto, pero ese pequeño trozo de tela rojo con un pompón blanco en la punta no se encontraba en su sitio. Distraída y pensando donde demonios habría dejado el gorro tropezó en el último escalón de la pequeña escalera. Pero antes de quedar tendida en el frio piso unas manos sujetaron su cintura
-          Creo que perdiste esto antes de irte enojada pequeña Santa,  y por cierto, siento lo de recién linda- escuchó susurrar al chico el cual había sacado una mala faceta de ella minutos antes, quien le sonreía con una blanca y hermosa sonrisa que nunca había visto, dejándola cautivada y perdida en un mar color esmeralda. 
Los libros nos permiten sumergirnos en innumerables historias, nos dejan recrear escenas, imaginar diversas situaciones, vivir miles de vidas en una, perdernos en las inmensidades de las palabras creando acontecimientos que no siempre nos animaríamos a vivir, ya que en muchos casos no somos lo suficientemente valiente como para hacerlo. Nos permiten, reír, llorar, emocionarnos y hasta enojarnos. Eso era lo que Zayn y Nicole pensaban respecto a los libros. En aquellos cortos instantes que habían compartido habían llegado a encontrar tantos parecidos en el otro como nunca lo habían logrado con otras personas, y sólo habían abordado el tema de la lectura. Él buscaba un buen libro para leer, sin saber que encontraría su propio libro.
La chica lo conducía con una gran destreza por el local, perdiéndose por las grandes góndolas vivas en colores, hasta llegar a la sección que quería. Leyó cada lomo de los libros mientras los acariciaba con su dedo índice hasta que en lo alto lo encontró. Con su mayor esfuerzo intentó llegar a él, pero ni aún en puntitas de pie logró alcanzarlo.  Mascullando intentó una vez más, cuando sintió que alguien se paraba detrás de ella y, acariciando su mano, tomaba el libro azul que ella intentaba alcanzar.  Se giró y quedó frente al moreno, quien la miraba intensamente con una gran sonrisa en su perfecto rostro mientras extendía su mano brindándole el libro, el cual tenía escrito en grandes letras  “A child called it”. Nicki, perdida en sus pensamientos, sólo atinó a decir un “oh gracias” para recibir un “no hay por qué, hermosa” que la dejó helada como respuesta; sin saber que esas serían las palabras para comenzar a escribir las primeras líneas del futuro relato que compartirían.
~
-          Harry, por favor, quiero puntualidad. Los esperamos a las diez- pidió la rubia a su ahora amigo mientras sonreía al ver a su pequeña Rose dar sus cortos pasos de la mano de su “tía Millie” mientras se dirigían a la salida del local.

-          Cuenta con ello- fue lo único que alcanzó a decir el rizado observando la misma escena y acercándose a ellas para cargar a Rose regalándole una gran sonrisa a la niña al acomodar su pequeño gorro navideño que comenzaba a tapar sus delicados ojitos, mientras que Millie cerraba la puerta.

Por su parte Nicole aguardaba la llegada de sus amigos, cuando siente unos fuertes brazos rodear su cintura y unos cálidos labios rozar suavemente su mejilla derecha. No necesitaba voltear para saber de quién se trataba.

Luego de aquel particular encuentro en aquella perdida noche navideña sus vidas habían dado un gran cambio. Corrían los fríos días de enero cuando Zayn volvió al lugar donde todo había comenzado, con la escusa de comentar el libro recomendado y buscar nuevos que lo lleven a encontrar nuevas sensaciones, pero llevándose algo mucho más valioso que eso, encontró respuestas y a su vez encontró el amor en esa chica de ojos verdes y cabello rubio que había llamado su atención desde el primero momento, no sólo por su hermosura, sino también por ese amor por los libros, por esas atrapantes historias y por su increíble forma de ser.
Y así fue como de un libro se paso a la realidad, como de una pelea al amor y como de una ilusión a una verdad. Así fue como estas cuatro personas se cruzaron por casualidad convirtiéndose en alguien demasiado valioso para el otro; porque no sólo se encontró el amor, sino una hermosa hermandad que perduraría por los años; la cual permitió escribir nuevas historias no sólo en un papel sino que también en la vida.
Tomando cada uno la mano de su pareja y llevando a la pequeña en brazos, emprendieron su camino calle abajo, para disfrutar otra navidad juntos, la octava de tantas que con el tiempo irían llegando.